Desnudando a Eva

Atención al narrador: abajo, a la izquierda

Ensayo a dos voces

Un chat por Whatsapp con mi amigo Alejandro Sosa Días. Lo transcribo literalmente. A es él, R soy yo.

A: Creo que esto ha sido parte de nuestra educación sentimental.

R: Cada vez que he vuelto a ver All about Eve he visto más claro que Addison es el héroe.

A: Absolutamente. Remata la situación y la pone en su lugar. Y además está bueno porque no es un héroe típico de la industria cultural.

R: Pocos deben pensar en él como héroe. Pero es quien se hace cargo de la situación, entre un montón de gente que va a ciegas. La bondad de la amiga de Margo genera bastante desastre. Vale más una mente lúcida.

A: Es el único que la ve. Y en el final revela sus prácticas detectivescas. Hace averiguaciones. Interroga sutilmente a gente.

R: Sí, es como un detective. Enmascarado, pero desenmascara. Y así lee el fondo de la malvada conspiradora. La conoce.

A: (Me gusta que hablamos de Addison y Margo.) Le saca el pasado. Hasta el nombre verdadero.

R: En cierto sentido, ella es justamente la verdad que corresponde a su pensamiento. Es muy sutil como pasa todo eso por la trama, pero muy claro. Si uno mira sin prejuicios, por supuesto.

A: Creo que ésa es la fortaleza de la película y la razón por la que sigue generando fans.

R: Quizás sí. Hay el brillo de Bette Davis, todo ese movimiento por delante, y por detrás el narrador De Witt que sostiene todo con el sentido que va estableciendo. Es el atractivo misterioso de la película.

«My name is Addison DeWitt and the theatre is my natural inhabitment.»

A: Faretta dice que es su película favorita. Esa elección lo honra, como diría Gervasio Montenegro.

R: Bien por Faretta. Comparte esto con Carla.

A: En mi caso también. Quizás con Sunset Boulevard. Old fashion taste.

R: ¡Ah, bien! Una gran película. También la vinculo con Sunset, aunque quizás me incline más por La malvada, justamente por Addison (y el “triunfo” de la lucidez).

A: Pero de todas formas los personajes de All about Eve me resultan más cercanos.

R: Sí, son gente mucho menos enrarecida.

A: Me gusta lo del triunfo de la lucidez.

R: Por eso hay quien ve a Addison como el malvado. Pero su rol es otro.

A: Es un gran error. Solamente es escéptico. Respecto a la humanidad.

R: Y como la humanidad vive de ilusiones…

A: Tal cual.

14.7.2024

Novelas y catedrales

Las catedrales están desiertas o colmadas de viajeros

y las novelas se prolongan hasta un horizonte baldío.

Nadie vendrá de allí ahora que los bárbaros están en casa,

ni echa sombra desde allí a la superficie del día perpetuo.

El algoritmo ha desenmascarado nuestra monotonía

y la distancia entre las variaciones adelgaza otro grado

con cada nueva apertura o brusco revuelo del abanico.

El viento levantado en remolinos revuelve las largas páginas.

Los pobres bárbaros se quedan en casa. Han echado raíces  

como la hiedra en los muros de la catedral, entreabiertos

labios a punto de expirar cuya dada y tomada palabra

ya no soporta el peso arbitrario de la materia adherida,

y a su sombra toman el sol. O vagan guiados por la costumbre.

Los escitas están entre nosotros. O bien somos nosotros.

De la novela sólo queda el hábito de contar historias,

que se deslizan derramándose por canales desbordados

y saltándose a la vez la estructura y su noción. El relato

se enreda y a nadie pierde. Nadie pierde ni se pierde aquí,

perdido entre tantos viajeros por las catedrales desiertas

que pasan hasta perderse, sin conclusión como las novelas,

que se consumen en continuado y no saben cómo acabar.

Agotamiento de los recursos culturales. La cultura

tiene hoy mil cabezas que incluyen, de antemano, la excepción

y le dan un lugar en el centro, vigilada. Que circulen

los visitantes alrededor. Reciclamiento acelerado

de sustancias y materias. Pesados tomos, pesados muros.

Vine a Europa perseguido por el sol que entonces despuntaba

al este y al oeste y llegado al norte desembarcó el sur.

Extensión y profundidad. Grandes construcciones colectivas

imaginarias y materiales, orientadas al gran cielo

de la resurrección o de la revolución, con su gran arco

tendido para resistir lluvias y asedios, golpes y siglos

de cosechas, gobiernos, hábitos, dogmas, rituales, labores,

en el centro del círculo trazado sobre y contra la estepa,  

en torno a un olivo u otro árbol cultivado que es raíz.

El titán y los humildes se reconocen unos en otros

cara a cara a través de estos vitrales, donde un mártir revuelve

su caldero de café junto a otro que del té extrae un cosmos,

mientras crecen sus monstruos devorando deidades y mortales

para a su vez ser devorados por devotas generaciones

de creyentes en el libro por venir que, como el revelado

reunió las vidas de padres y profetas, conserve las suyas.

¿Mas dónde están las nieves de antaño? ¿Dónde las nieves eternas?

Lo construido hacia el cielo no conquistará la profundidad

nunca a pesar de la solidez de sus cimientos en las nubes

y la allanada extensión que ocupamos desplaza su horizonte

con cada paso al frente de un voluntario al que ningún destino

reclama. Los viajeros parten para irse y no para llegar,

desde esta estación a igual temperatura que aquella que espera.

Solos llevan su herida tan apretada contra la camisa

que no sienten el calor ni el frío, acorazados en su historia

personal, que termina donde empieza la cola del teatro

y culmina al salir a escena. La política los elude

a causa de esa identidad definida por un rasgo único

atravesado en el pecho, que los excluye de lo que no

es exclusivo y les cierra la puerta del palco a la platea.

Así el trovador repite el delirante mito familiar

en una serie discontinua de bises, con sus variaciones

obsesivas de boca en boca de una guerra civil privada,

donde la torpe verdad recurrente, increíble y descreída,

se abre al fin camino a través de un torrente de sangre inútil,

pero sólo alcanza la frente de la conciencia desdoblada

en el conde y el gitano entre los que su cuerpo deja un hueco.

El burgués destinatario de la pieza no se reconoce,

si lo hace, hasta el desenlace en el único que queda vivo.

El sentido es lo que sostiene tanta inverosimilitud,

propia de esos acontecimientos fingidos que lo condenan.

Desnudo ya de fantasías de amor o victoria, el villano

tan sólo conserva, para enfrentar otra vez la estepa en blanco,

el cuerpo salvado por su mano del deseo de entregarse.

Libros gruesos como murallas, edificios como tratados.

Ficciones enormes por las que devastan bosques y canteras.

La defensa monumental es parecida a la antigua guerra

de posiciones fortificadas criticada por Laclos.

El frío cruje la casa prieta y al recluido en su frazada

despeja insistente. Ni guerra ni paz ni crimen ni castigo

concilian su sueño, ni lo pueden remendar las hilanderas.

Abandono del servicio cultural obligatorio, búsqueda

de un resquicio a través de la pared de nombres e instituciones.

Un teatro portátil a la espalda y enfrente la luz del ojo

de un alfiler. A lo ínfimo confío toda mi esperanza.

Las sombras se alargan mientras baja el sol y de pronto en exceso,

hasta alcanzar su tamaño cuando al fin se acuesta lo que cae.

La novela pesa y la catedral se reúne con su cielo.

5–7.11.2022

Simulacros de inmortalidad IV

Entonces, sintió un terrible bastonazo en el pecho. Cayó. Se estaba quedando sordo, ciego. «Una bala -se dijo-. Estoy perdido si no me hago el muerto.» Pero, en él, la afición y la realidad formaban una sola cosa. Guillaume Thomas estaba muerto. (Jean Cocteau, Thomas el impostor, traducción de Mauricio Wacquez)

7

El simulacro va en serio. No quiere

condiciones ideales ni bajo control

de presión y temperatura como

admite y exige la simulación, que busca,

en todo caso, ensayar una hipótesis

sin ensuciarse las manos, en la claridad

que distingue al saber, en teoría

objetivo. El simulacro, en cambio, se apodera

del objeto, lo arranca de su entorno

y desvía de su función para, sobre el mismo

territorio, ya adverso, ya propicio,

afirmar el reverso de lo dado, torciendo

el orden natural con el propósito

de enderezar el destino, corregir lo escrito

y oscurecer, para dar sitio a la sombra,

el plano iluminado desde todos los puntos

de vista posibles, buscando a ciegas

lo que nunca posaría bajo un microscopio.

Pragmático a la fuerza, el simulacro  

reniega de la ciencia y no quiere saber nada

más que lo útil, la mínima técnica

empírica necesaria para sus efectos,

indiferentes a los resultados

comprobables y cumplidos, si el truco resulta,

más allá y más acá, en nada tangible,

como no sea la piel de los incriminados.

El simulacro va en serio, se da

sobre el terreno y no destila saber alguno

que separe de sí, del repertorio

de los conjuros adquiridos para la próxima

tentativa de consagración. Previo

es el tiempo de la simulación, encerrada

en su límpido laboratorio

libre de engaños, prenatal, al del simulacro,

que no culmina en una proyección

abierta a todas las miradas interesadas

y sobre aviso durante el fenómeno,

sino que excede las medidas y las escalas

en su obligada precipitación

al tiempo de las consecuencias, con sus tropiezos

y accidentes, que aun de lo perfecto

en su ejecución hacen materia suya, porque

no es en la imagen sino en el cuerpo

que debe darse la redención. Y así fracasa

el acto aun más aclamado, porque

no busca creyentes, sino un dios. O lo divino.

16–18.10.2022

Simulacros de inmortalidad III

5

El alto retrato que preside el comedor

devora a los comensales. En la cabecera

opuesta al patriarca, el padre y patrón,

como un espejo, replica al que fuera

modelo que el artista, como es conveniente,

transfiguró en la obra, legando al fiel olvido

lo menos favorable, que desmienten

aquellos que el favor han padecido.

Con el que más almuerzan aquí los prominentes,

cuyo círculo, atento, gira hacia un centro nuevo,

sentado a la derecha del ungido.

Tiene el gesto antiguo de su padre, pero el huevo

del cráneo paterno mantiene en él la cresta

heredada erguida sobre la orquesta.

6

Sólido sigue siendo el Coliseo,

y bien proporcionado,

aunque no funcional. Más alto era

el Coloso y cayó,

pero su sombra aún hoy es más larga

que el decretado olvido.

Lo demasiado, demasiado sólido

se disuelve y persiste

en su absurdo lugar la referencia

que cabe en un archivo,

y un archivo no es más un edificio,

sino un inmaterial

registro de cifradas percepciones

que pueden ya perder

su objeto y reproducirlo más tarde,

si hace falta, en su entera

inteligibilidad. Si retira

lo ilegible de sí,

cualquiera, devenido información,

puede evitar las fauces

de los leones por más que estos rujan

condenando lo insípido

de la nueva administración. Colosos

ya no hay, salvo torres

de corporaciones, no de cuerpos

que al cielo desafíen.

En un código cabe lo que puede

salvarse. El resto es polvo.

15.10.2022

Simulacros de inmortalidad II

3

¡Paso a lo que no pasa, a la santa madre virgen,

a la diosa otra vez recién nacida

que en nuestros hombros cargamos y en nuestra memoria

resplandece por siempre entre los mustios

ramos que cambiamos y las óseas reliquias

que lustramos en los meses sombríos

de la gestación, a la fría orilla del lecho

del río de la vida por venir,

mientras el fuego crece y la noche retrocede

previendo la victoria de la luz

en los ojos de quien nos alumbra, faro, reina

que conducimos donde nos conduce,

por encima del polvo, del barro y del deshielo,

sobre lomos doblados por el hambre,

hacia el palacio de la abundancia celestial,

residencia de nuestra pasajera

en su eternidad, de la que pródiga desciende

para guiarnos a la fuente terrena

de la que al fin del camino a nacer volveremos,

como hoy brotan los pétalos del año,

pero ya en su regazo, para ya no pasar!

4

“El que ve a su doble muere”,

repite el pueblo, en susurros,

desde el primero, a sus hijos,

para que no oigan terceros.

Pero busca, en su orfandad,

bajo puentes y escaleras,

el reflejo o sombra justa

que confirme su existencia.

Como si vidas pasadas

o un cadáver de regreso

devolvieran un sentido

al presente que no tiene.

Del doble, el original

se reserva, pero ¿dónde?

Lo que aparece se esconde

bajo apariencias gastadas.

Quien resucita ya es otro.

¿Podemos ser esos otros?

¿Reconocemos acaso

a nuestros dobles al verlos?
 

14.10.2022

Simulacros de inmortalidad I

Grande es tu nombre entre las gentes

1

“Un animal disfrazado de dios”,

como dijo al pasar alguien delante de un mito

viviente, de alguna de esas enormes,

largas sombras que de pie no pasan por las puertas,

un amigo del pueblo o del espíritu

saludado en salud por multitudes y élites,

devenido a través del Panteón

un tótem con levita acosado por los pájaros

y despojado de los atributos

que las caras de las especies representadas

habrían conservado con creencias

diferentes, en otra cultura, con un arte

menos mimético que el practicado

entre las rejas y las fuentes del parque público

donde se irguió sobre los peatones

durante décadas, hasta la última reforma,

que recortó, de su antigua figura,

la moderna, que envejece mal, y enterró el resto

con el tiempo en que el cuerpo aún servía,

dejando, para reconocerlo, a imitación

de los romanos que fueron modelo

de retórica en la época que en él pervive

llamándolo repúblico o tribuno

con letras polvorientas grabadas en la piedra

regular que lo separa del suelo,

la conservada cabeza encima de los hombros

y nada más, de animal ni de dios.

¿Sabes quién viene a cenar?

2

Yace aquí, pero de pie

y con la mano tendida,

aquel comendador que,

después de perder la vida,

invitado a una comida,

invitó, para el café,

a su anfitrión al infierno,

donde el destino es eterno,

según enseña su fe.

Pero al infierno él no fue.

13.10.2022

Narciso mi prójimo

«En uno que se moría / mi propia muerte no vi»

Salir en la foto. Figurar. En una cultura de la exhibición, esto parece una cuestión de vida o muerte. En lugar del “pienso, luego existo” de Descartes, lo que se impone es el “ser es ser percibido” del obispo Berkeley. El ciudadano de esta cultura no tiene mejor prueba de su existencia que su propia imagen. Por eso se empeña en proyectarla. Pero sólo la mirada ajena puede reconocerle esa propiedad y acreditar así su identificación, aunque al precio de ignorar cuanto quede fuera de cuadro y reducirlo virtualmente a la inexistencia.

En la guerra por la atención de una sociedad mercantil, donde todo ha de ser vendido incluso antes de entrar en producción, donde hasta los objetos son inteligentes y comunican sin necesidad de intérpretes, la competencia entre narcisos es feroz porque implica el derecho y hasta la posibilidad de existir. Para ser tenido en cuenta es necesario convertirse en información, generar un doble en esa red de intercambios cuyo contenido es el comercio. Así, alcanzar a través de un estilo lo que se llama una marca personal consiste en devenir un producto con marca propia. Pero lograrlo depende de captar una atención tan saturada de estímulos que los rasgos más habituales de los pretendientes a esta ventana son la urgencia y la compulsión al contraste. De lo que resulta una estética de la estridencia, a menudo cegadora a fuerza de querer deslumbrar o ensordecedora en su afán de hacerse oír, practicada sin tregua por tantos competidores que su propósito de transformarse en fenómenos de masas los transforma cada día en nuevas masas de fenómenos: los Narcisos contemporáneos, desgarrados entre el deseo de chocar y el de asimilarse, distinguirse y formar parte, tener nombre y apellido. Con el Narciso clásico tienen en común la aspiración a la fusión, pero de él los separa una dimensión muy presente en las representaciones del mito como ha sido transmitido: la intimidad del encuentro de Narciso con su reflejo, del que ignora, a diferencia de aquél que se empeña en proyectar al mundo una imagen de sí, que se trata de su propia persona. Narciso se ve irremisiblemente atraído hacia otro que resulta ser él mismo y perece por no distinguir imagen de cuerpo, en lo que sí reencontraría a sus émulos actuales. Pero él es su propio admirador inocente precisamente porque no se reconoce, así como tampoco es capaz de hacer la distinción anterior. Su deseo de unión, de unidad, lo impulsa a precipitarse y perderse, sacrificando ingenuamente su ser a su apariencia.

Eco y Narciso (J.W. Waterhouse)

Sin embargo, es justamente de esta dimensión interior en que se produce el falso encuentro de donde es posible deducir otra posibilidad de existencia, en la que por la recreación de sí mismo a partir de un modelo proyectado es posible darse una identidad deliberada a la vez que una vida consciente. En un ensayo elocuentemente titulado La escultura de sí, Michel Onfray describe el laborioso procedimiento de Leonardo Da Vinci para pintar sus autorretratos. No bastaba con mirarse al espejo: era necesario, en cambio, todo un dispositivo por el que ocho espejos dispuestos en una cabina octogonal devolvían su propio reflejo al pintor sin que en ninguno de ellos pudiera él encontrar su mirada. Imposible así mirarse a los ojos, imposible el efecto de encuentro consigo mismo, pero abierta en su lugar la posibilidad de observarse como a un tercero, desde varios ángulos, y a partir de la serie de observaciones parciales proceder a la síntesis pictórica reconocible como creación. En vez de mero objeto de la mirada, se deviene así sujeto de una visión inaccesible al ojo espontáneo y se accede a la posibilidad de obrar libremente en lugar de someterse al juicio ajeno.

Pero este sentido crítico desarrollado en soledad, aislando incluso de sí mismo la propia imagen, no es propio del Narciso híper conectado del siglo XXI, que aspira en cambio a fundirse con su propia representación consagrada por el reconocimiento de los otros. En lugar de la alta exigencia que pone ante sí quien busca encarnar su mejor retrato, se empeña en satisfacer la demanda mediocre del consumidor, receptor modelo de cuanto comunica una sociedad mercantil. Su horizonte es el de la imagen como plena realización porque no ve más allá de esa mirada, cuyo valor se mide por la cantidad de ojos depositados en ella, así como en su juventud Buñuel decía, pero en broma (e invirtiendo el argumento), que el superpoblado Auto de fe de Berruguete es la pintura más grande que existe porque, “como todo el mundo sabe, el valor de una obra pictórica se mide por la cantidad de personajes que en ella aparecen”. José Lezama Lima, poeta cubano cuya obra completa se inicia precisamente con Muerte de Narciso, habla en cambio del “genitor por la imagen”, es decir, de la imagen como matriz de realidad, como vía fértil y no culminación estéril. Se trata entonces de romper la representación mediante un acto, así como el nacimiento rompe la cáscara del huevo o Narciso podría romper el cristal del agua que lo sepulta para volver en sí. El acto viene a ser de esta manera la resurrección del ahogado, que vuelve a separarse de su imagen para cosechar lo sembrado en ella.

Metamorfosis de Narciso (Salvador Dalí)

Renacer de Narciso

Protagonista del teatro de la cultura,

va Narciso de frente a darse contra el cristal

de lo visible, la representación impura

de la ilusoria ilusión de un ser espiritual.

Con la sangre de su frente mancha el pensamiento

y da volumen al acto que su cuerpo toma

cautivo de la vitrina del conocimiento,

arrugando el frío plano del que nada asoma.

Nada se mueve en ese friso pero podría.

Lisa, inerte se ve la superficie del huevo.

El río ha culminado en el espejo y no sigue.

Hasta el temblor del frío de la gran galería

memoriosa de cuya última grieta, nuevo,

emerge Narciso, que a ningún doble persigue.

Sombra de mí

ACORDES: Am / Em7 / C / D9 / Am7 / D7 / F6 / F / Dm7 / G / Bm / C9 / D / Em / B7 / Cm#

Voy por el margen sin notas al pie

Trepo del lado que menos se ve

Dejo de lado la plaza mayor

Paso ignorado como observador

Como un esclavo que es dueño de sí

Llevo conmigo la sombra de mí

Como un arroyo en que nadie se ve

Fértil y oscuro sangrando con fe

Como una rama delante del mar

Negra y creciente queriendo volar

Quieto en mi sitio como un colibrí

Tengo conmigo la sombra de mí

Cavo mi huella debajo del ojo

Ciego de tanto velar

Trazo mi firma con letras de polvo

Sobre un cristal por quebrar

Grabo mi nombre en la hoja que cae

Leo las voces que el viento me trae

Borro la arena y barro la cal

Quito las piedras y guardo la sal

Suave en la niebla de lo que perdí

Traigo conmigo la sombra de mí

2020

Postales y sellos II

BUCÓLICA

A la Ardilla en el sidecar

¿Para qué un Mercedes si la vida cotidiana

instala semáforos en todas las esquinas?

Tomar café y fumar en esta tierra de nadie

la hace tan íntima que predispone al ocioso

incluso a tomar partido. Sí, toma una silla

y da un sorbo. La tarde se ha vuelto provinciana.

Las huellas fugaces se depositan y el aire

oscila leve entre el descampado de la siesta

y el arroyo del paseo, donde fluye libre

el pueblo y cada uno es su propio policía.

Plaza Lesseps, 19.6.2021

DESVÍO

Ese modo de mirar

a la vida de reojo,

aferrado a algún antojo

que no vas a confesar,

un baúl lleno de caras

en el fondo de tu mente

y delante ese pariente

que no vas a recordar,

esas manos tan avaras

que te hacen desconfiar

y el recelo de lo dado

que recibiste en herencia,

todo eso, con paciencia,

se desliza y arrastrado

de un año a otro, cambiado,

guarda siempre su lugar.

19.6.2021

RETORNO

Nueva ola de personas con onda

transmitiendo otra vez en diferido.

Las antenas ahora son redondas,

pero igual todo vuelve en una ronda

y aquí llega aquel éxito perdido.

20.6.2021

TALLA

No quites el adjetivo. Quita al editor.

No renuncies a tu musa. Renuncia al lector.

No eduques el oído. Sólo ignora el rumor.

Así pules verso y prosa

hasta acabar una cosa

que puede esperar sola, y es mejor.

Rocatel, 24.6.2021

ENCRUCIJADA

Un ejército de viejas interrumpe el tráfico

en sentido opuesto a la apertura del Mar Rojo,

pero dentro del mismo paréntesis de tiempo.

Un viejo tomando mate, con el mate lleno

de ideas chupadas hasta lavarles el alma.

En la corriente inmóvil la arena en fuga aprieta.

28.6.2021

ANTÍDOTO

Del plano al círculo se concentra lo disuelto

y la dosis tolerable se vuelve mortal.

Ver a tus amigos recrear la telaraña

del mundo y la ciudad que te rodean, cerrando

la trampa que debía quedar fuera de casa,

equivale a comprobar la ley de gravedad

o la gravitación de los planetas, que cumplen

puntualmente sus pronósticos donde nosotros

faltamos o sobramos. Divide y reunirás:

que reciba cada uno el correo a su nombre

y sea garantía la ausencia de testigos,

para que en público la comedia haga reír.

30.6.2021

GAVIOTA

Sobrevolando el mar por encima de las nubes,

el paisaje es más claro porque todo da igual.

30.6.2021

MARCHA

Regresa victorioso y así ingresa

por la puerta mayor de la ciudad,

aclamada su histórica proeza

con inequívoca unanimidad

desde ambas orillas del cortejo

que encabeza para deslumbramiento

popular y patricio, en un reflejo

del fuego que impuso al agua y al viento.

Saluda y nadie ve la despedida,

pero querría apurar el ocaso

para errar más allá de la avenida

y solo y olvidado dar el paso

en falso que lo entregue a esa otra gloria

exclusiva, que excluye la victoria.

1.7.2021

ALMA

Yo también quise cantar

y hacer cantar la guitarra.

Me planté en la encrucijada,

pero el diablo me plantó.

Y así, queriendo tocar,

me tocó en cambio escuchar,

sutil, sonriente, esperando

para decir “hasta luego”.

2.7.2021

TELA

Ayer me puse a pintar

y rescaté lo perdido:

desplegado y extendido

lago azul para nadar.

Estaba quieto y dormido.

Pero igual no pude entrar.

2.7.2021